EL BRIGADISTA OLVIDADO
"Se instalaron en un
hotel de la capital belga, cerca del Hospital donde tenían que nacer sus hijos.
Todo se iba desarrollando en un clima de total normalidad, aunque para Neus i
Marcel la espera fue larga i casi de infarto. Los dos estuvieron paseando
arriba y abajo por el largo pasillo de la sala de maternidad, durante las casi
dos largas horas de espera, hasta que una sonriente enfermera les dio la buena
noticia. La operación de cesárea había ido muy bien y tanto los bebés como Meritxell
estaban en perfecto estado.
El pequeño Gerard y la pequeña Montserrat eran
dos criaturas sanas y preciosas. De aspecto poco definido aún, aunque se
perfilaban más bien pelirrojos y de ojos claros como su madre y su bisabuelo
Gerard, o eso les pareció a ellos. Neus, muy emocionada y con la ayuda de
Marcel, los cogió en brazos y se dirigió hacia la ventana para que se
impregnaran de los primeros reflejos de luz de aquella ciudad que muchos años
atrás había visto nacer a Gerard, el abuelo que nunca llegó a conocer; aquel
joven brigadista que enamoró a su abuela Montserrat. Quién sabe si sus dos
pequeños habían llegado a este mundo en el mismo hospital que su bisabuelo…
Quién sabe…
Detrás de los cristales de la ventana, unos
pequeños pajaritos volaban de un lado al otro y de vez en cuando acercándose
hacia donde estaba Neus con sus dos bebés, iban picoteando el cristal con gran
alboroto y muy juguetones ellos. Neus, desde el otro lado de la ventana, los
iba observando con ternura y lágrimas en los ojos.
Quizás alguien muy especial los había enviado
a dar la bienvenida a sus pequeños...
Meritxell tampoco pudo contener la emoción al
contemplar como su amiga llevaba en brazos a sus dos hijos y las lágrimas se le
deslizaban mejillas abajo. Se les veía tan llenos de paz y de vida... Y ella
había contribuido al hecho que aquel gran momento se hubiera podido hacer
realidad. Tenía que abrir los ojos con fuerza para darse cuenta que no estaba
en un sueño; que todo aquello que sus propios ojos veían y su corazón sentía
era real. Muy real. Neus, dejó los bebés en brazos de Marcel y se fue acercando
a la cama donde estaba medio aposentada Meritxell, y cogiéndole la mano se la
acercó, primero al pecho, después a los labios, y se abrazaron con una fuerza
intensa, envuelta de un sentimiento tan grande que nunca ninguna inclemencia
vital podrá destruir. Las lágrimas de Neus se deslizaban por sus mejillas,
entremezcladas con su pensamiento:
“Si
algún día falto, sé que mis dos hijos quedarán en buenas manos. Es la ventaja
de tener dos madres…” No era la primera vez que lo pensaba.
Todo
había seguido su curso, desde el momento en que Meritxell se había prestado,
con total generosidad, a dejar su vientre, para que allí, dentro de sus
entrañas, se pudieran gestar los óvulos fecundados de Neus. La historia se
volvía a repetir y de nuevo la masía del abuelo Fidel fue el escenario de un
acto de amor, amistad y generosidad, como cuando en el pasado el abuelo se hizo
cargo de la joven Montserrat y del fruto de su vientre, también desinteresadamente,
a pesar de saber como estaba de enamorada Montserrat, de Gerard, el padre de la
criatura que llevaba en su vientre, aquel joven brigadista belga, abatido
trágicamente por la metralla y la sinrazón de una sangrienta guerra entre
hermanos.
Por fin Neus, gracias a la generosidad de su
buena amiga Meritxell, pudo hacer realidad su gran deseo de ser madre.
Meritxell, por su parte, sentía que había cumplido el ciclo más importante,
hasta el momento, de su vida. Ahora, cada uno de ellos, volverá a la normalidad
de su día a día, viviendo el presente con firmeza, sobre todo Neus, que si hay
que mirar atrás, lo hará, si se da el caso, tan solo para darse empuje cuando
el ánimo decaiga."
©:
Maria Carme Poblet
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